Desnudo de mujer Estudio de Gustav Klimt
¿Has visto la mano en diez pinceladas? Samson Humes personaje de Las putas de Storyville (cuya historia de momento se ha quedado ahí en el primer capítulo) las observa y siente en sus ojos el peso del mármol; sabe la dificultad del cincel y la destreza que es necesaria para adecuar la pincelada al motivo y aún así quisiera emerger de las profundidades de su juventud. Por algún lado cree haber oído soflamas contra los museos en un grupo llamado dadaísta que dice cosas como la gente se suicida hoy con la cadena del retrete que es una frase que en absoluto tiene que ver con los museos o quizá sí.
Samson Humes jamás había ido a un museo, si lo ha hecho ahora ha sido para ver mujeres desnudas sin sentir vergüenza por el hecho de querer verlas y porque en los museos se puede entrar con amplio gabán que disimule su empalme descomunal que no deja de crecer y mantenerse. Al entrar ha sentido ese pensamiento que le ha parecido extraño a él que nunca había pensado en museos, arte o restos humanos y cuando al pasear por las amplias galerías tan limpias, tan mármol, tan guardas y caras serias, ha tenido la impresión de los cementerios, la congoja del deudo, incluso le ha llegado aunque leve el aroma del incienso y la muerte, se ha tenido que sentar ante un estudio de modelo desnuda (algo melancólica todo hay que señalarlo) y tocándose su miembro enhiesto por fuera del gabán, a la altura del capullo que llegaba, más o menos, a su ombligo -con lo cual ningún visitante podría imaginar que se estaba tocando el cipote- ha gemido de pena y de inquietud hasta que una mujer madura se ha sentado a su lado y en susurro le ha dicho, Me pierden los jóvenes con tu sensibilidad aunque no entienda qué te emociona tanto de esa mujer desnuda, ¿podrías explicármelo? Samson sin apartar la mano del capullo, no ha evitado mirar el escote exagerado para ir a un museo (de nuevo se ha extrañado el joven de ese pensamiento y se ha dicho, ¿existen realmente escotes exagerados para ir a los museos?) de la mujer madura y por hacerse el interesante ha soltado el primer pensamiento que se le había pasado por la cabeza minutos antes, Me emocionan los restos humanos. La mujer que había cazado la mirada del joven en sus tetas, se ha erguido algo y ha suspirado antes de preguntar de nuevo, ¿Eres artista? y el muchacho presa del hechizo de la voluptuosidad de la señora no ha podido mentir y ha contestado sécamente, Soy virgen y el rubor ha acudido a sus mejillas. La mujer ha reído. Samson ha estornudado. La mujer se ha levantado y le ha dicho, Sígueme con discreción y ha echado a andar. El chico ha sido incapaz de moverse, presa de la más febril de las imaginaciones, desconocedor de los extraños desvaríos que una mujer madura puede sufrir en un museo y la ha visto alejarse por la larga galería y cómo ha girado levemente su cabeza y al verle aun sentado se ha despedido con un discretísimo movimiento del meñique de su mano izquierda y ha girado a la derecha.
Samson Humes jamás había ido a un museo, si lo ha hecho ahora ha sido para ver mujeres desnudas sin sentir vergüenza por el hecho de querer verlas y porque en los museos se puede entrar con amplio gabán que disimule su empalme descomunal que no deja de crecer y mantenerse. Al entrar ha sentido ese pensamiento que le ha parecido extraño a él que nunca había pensado en museos, arte o restos humanos y cuando al pasear por las amplias galerías tan limpias, tan mármol, tan guardas y caras serias, ha tenido la impresión de los cementerios, la congoja del deudo, incluso le ha llegado aunque leve el aroma del incienso y la muerte, se ha tenido que sentar ante un estudio de modelo desnuda (algo melancólica todo hay que señalarlo) y tocándose su miembro enhiesto por fuera del gabán, a la altura del capullo que llegaba, más o menos, a su ombligo -con lo cual ningún visitante podría imaginar que se estaba tocando el cipote- ha gemido de pena y de inquietud hasta que una mujer madura se ha sentado a su lado y en susurro le ha dicho, Me pierden los jóvenes con tu sensibilidad aunque no entienda qué te emociona tanto de esa mujer desnuda, ¿podrías explicármelo? Samson sin apartar la mano del capullo, no ha evitado mirar el escote exagerado para ir a un museo (de nuevo se ha extrañado el joven de ese pensamiento y se ha dicho, ¿existen realmente escotes exagerados para ir a los museos?) de la mujer madura y por hacerse el interesante ha soltado el primer pensamiento que se le había pasado por la cabeza minutos antes, Me emocionan los restos humanos. La mujer que había cazado la mirada del joven en sus tetas, se ha erguido algo y ha suspirado antes de preguntar de nuevo, ¿Eres artista? y el muchacho presa del hechizo de la voluptuosidad de la señora no ha podido mentir y ha contestado sécamente, Soy virgen y el rubor ha acudido a sus mejillas. La mujer ha reído. Samson ha estornudado. La mujer se ha levantado y le ha dicho, Sígueme con discreción y ha echado a andar. El chico ha sido incapaz de moverse, presa de la más febril de las imaginaciones, desconocedor de los extraños desvaríos que una mujer madura puede sufrir en un museo y la ha visto alejarse por la larga galería y cómo ha girado levemente su cabeza y al verle aun sentado se ha despedido con un discretísimo movimiento del meñique de su mano izquierda y ha girado a la derecha.