Fotografía de Evelyn Richter
[...] no corresponde a mi edad, yo lo sé. Habría de desertar. [...] pero la canción, la melodía, ese sentimiento romántico, lo apasionado [...] ya debería declinar [...] ya voy siendo viejo pero aún quisiera querer y ser querido. No, miento: Aún quisiera querer hasta morir y ser querido hasta la muerte. Eso del amar [...] hasta el tránsito, la siguiente parte del proceso, de nuevo el túnel sin memoria [...] llevo demasiado tiempo en el páramo [...] hubo un callarse que me dejó frío [...] me siento, en ocasiones, mañana de enero en lo alto de una cordillera por donde pasa el quebrantahuesos [...] me siento, en ocasiones, un amasijo mal engrasado de articulaciones que nunca estuvieron, ¿para qué negarlo? demasiado bien engrasadas [...] ¿por eso busqué el amor carnal? ¿por el dolor de los huesos? [...] el apetito de ser muy amado y amar mucho, ese deseo que apenas se congracia con la quietud que dicen trae la paz; lo turbulento, lo enredado, lo misterioso, lo húmedo... los hurgalios y los orfelunios [...] la vejez a veces no casa con la emoción intensa [...] coexisten en el mismo cuerpo las dos vertientes del existir: la vivacidad del cuerpo joven con la experiencia del cuerpo por el que el tiempo fue grabando sus memorias [...] no sé si aún [...] sí sé que merece la pena [...] la noche se hace grave y cuando el amanecer la mate llegará la levedad del canto de los pájaros y esa nube lejana, casi malva, que sugiere en sus claroscuros el cuerpo de una mujer [...]