En la Cueva de Altamira los hombres ya evocaban ciclos
No tengo que estar mareado. Voy a hacer una lista de lo que tengo que hacer. Voy a ser un buen chico. Voy a trabajar mucho, mucho, mucho. El ejercicio no lo voy a dejar. Y la comida va a ser sana y equilibrada. Me voy a levantar temprano. Voy a estudiar idiomas. Voy a ir a todas las citas médicas que me imponga el sistema sanitario. Voy a realizar con ánimo positivo las cuestiones burocráticas que podría haber hecho en agosto con mucha menos gente. Voy a meditar mis comentarios más tiempo, dedicando un tiempo diario al estudio y otro tiempo a la creación literaria. Voy a querer a mis seres queridos como se tiene que querer a los seres queridos y no voy a dejar que la melancolía me inunde cuando lleguen las bajas temperaturas y pueda por fin cerrar las ventanas y así, ¡Oh, bendito silencio de los cojones! pueda dejar de escuchar a los ruidosos que habitan el planeta. Me voy a decir una y mil veces que la vida es corta aunque en el fondo y en la superficie estoy con T.S. Elliot (por muy católico que sea) cuando afirmaba que la vida es larga. Voy a leer. Tengo que leer. Leer es una imposición intelectual que llevo infligiéndome desde hace la friolera de 51 años. No he parado de leer desde que aprendí y en las largas y tediosas fases postoperatorias en las que mi pierna derecha estaba inmovilizada y había de guardar largos reposos, la lectura se convirtió en mi mejor amiga y lo ha sido desde entonces y lo seguirá siendo hasta la muerte. Esto no quita para que de vez en cuando me enfade con ella o cuando una noche -poquísimas en todo caso- no leo antes de dormirme y siempre me digo, No leo esta noche, de inmediato también me venga el pensamiento de, Bueno y qué, hostias, ya está, no pasa nada. Sí, sí, voy a leer mucho. Me gusta leer. Me encanta leer. Pero no dejo en esta mañana de septiembre -en la que de nuevo empieza todo- sentirme un poco hasta el cintón. Es como si tuviera unas ganas locas de liarme la manta a la cabeza y lanzarme por esos campos del mundo hasta que me dé una hipoglucemia y caiga en coma y a tomar por culo. Ya está. También tendrá que ver que he errado en un problema facilón de ajedrez y eso siempre me demuestra que soy un poquito estúpido.
Es lo que tienen los ciclos. Ya veréis, ya, que éste es sólo el primero. El ciclo de la vuelta. Escribirlo ha tenido de bueno que me ha recordado a Sandokán.
Es lo que tienen los ciclos. Ya veréis, ya, que éste es sólo el primero. El ciclo de la vuelta. Escribirlo ha tenido de bueno que me ha recordado a Sandokán.