Charlot. Tiempos Modernos
pags. 63-64
Que un hombre se decida a decir lo que piensa, aunque haya de "enristrar la lanza contra todo el género humano", no tiene por qué ser cómico: eso es vida, y de la mejor especie. Que otro hombre, por dulzura de carácter, por egoísmo o por desdén, prefiera decir a las gentes lo que les halaga, también es eso vida, y nada hay en ello que nos haga reír. Podréis hasta reunir en uno solo a estos dos hombres y hacer que nuestro personaje titubee entre una franqueza que ofenda y una cortesía que engañe. Tampoco esta lucha entre dos sentimientos contrarios será todavía cómica; antes parecerá muy seria, mucho más si los dos sentimientos llegan a compenetrarse, a crear un singular estado del alma, y a adoptar, en suma, un modus vivendi que nos dé, pura y simple, la impresión compleja de la vida. Pero supongamos ahora en un hombre estos dos sentimientos irreductibles y rígidos: haced que este hombre oscile entre uno y otro; haced, sobre todo, que esta oscilación llegue a ser francamente mecánica y que adopte la forma consabida de un aparato simple e infantil. Entonces hallaréis la imagen que hemos encontrado en todos los objetos ridículos, habréis dado con lo mecánico de lo vivo, habréis hallado lo cómico.
[...] la fantasía cómica convierte poco a poco un mecanismo material en un mecanismo moral[...]
Que un hombre se decida a decir lo que piensa, aunque haya de "enristrar la lanza contra todo el género humano", no tiene por qué ser cómico: eso es vida, y de la mejor especie. Que otro hombre, por dulzura de carácter, por egoísmo o por desdén, prefiera decir a las gentes lo que les halaga, también es eso vida, y nada hay en ello que nos haga reír. Podréis hasta reunir en uno solo a estos dos hombres y hacer que nuestro personaje titubee entre una franqueza que ofenda y una cortesía que engañe. Tampoco esta lucha entre dos sentimientos contrarios será todavía cómica; antes parecerá muy seria, mucho más si los dos sentimientos llegan a compenetrarse, a crear un singular estado del alma, y a adoptar, en suma, un modus vivendi que nos dé, pura y simple, la impresión compleja de la vida. Pero supongamos ahora en un hombre estos dos sentimientos irreductibles y rígidos: haced que este hombre oscile entre uno y otro; haced, sobre todo, que esta oscilación llegue a ser francamente mecánica y que adopte la forma consabida de un aparato simple e infantil. Entonces hallaréis la imagen que hemos encontrado en todos los objetos ridículos, habréis dado con lo mecánico de lo vivo, habréis hallado lo cómico.
[...] la fantasía cómica convierte poco a poco un mecanismo material en un mecanismo moral[...]