¡Podría, sí, podría hacerlo en esta noche
quedarme desmembrado, agostarme en mi visión del mundo
desfallecer quédamente como Miguel de Molinos
y argumentar la furia con sólo cinco vocales!
También, con dulzura, puedo escribir hoy
sobre si el mundo es finito y si es uno
y deslizarme luego por su forma, por su movimiento y explicar de forma bella
por qué se dice mundo
No tendría que gritar cuando dejara caer algo de los cuatro elementos
de los siete planetas
de Dios
Y podría también alegre
deambular por la naturaleza de la luna
los motivos de los eclipses
acuñar una moneda que conmemorara la grandeza de las estrellas
explicar, en un canto, su música
delinear en un pizarrón sus geometrías
y llegar a la mañana con las estrellas repentinas
Porque hay algo que me lleva a no rajarme la cara en esta noche
y que no es sólo mi nacimiento en una de las grandes ciudades
sino haberme quedado prendado un día
de los colores del cielo
de las llamas
de las coronas celestes
de los círculos repentinos
de los muchos soles
de las muchas lunas
de la luz diurna que aparece de noche
de los escudos ardientes
de los prodigios del cosmos
del discurso de las estrellas
de las estrellas castores
del aire
de la mudanza natural de los tiempos
de la fuerza de la canícula
de las causas de las lluvias, vientos y nubes
de los truenos y relámpagos
o de la causa del eco
¡Podría desprenderme de mí mismo
podría dejar de ensimismarme
y rasgar con mi grito la cadencia muda de occidente
mientras un hombre se pregunta
dónde y cuándo no hay sombras
qué ciudades ha sorbido el mar
qué tierras tiemblan siempre
de qué manera se han de considerar los días
qué sea la fuerza del Sol!
y podría preguntarme yo, antes de partir,
si la suma de las islas del mar Jonio y el Adriático
más la suma de los ríos notables
más la suma de los montes famosos
más la suma de todas las ínsulas
más la suma de todos los pueblos y gentes que perecieron
más la suma de todas las cosas e historias y observaciones
igualan el dolor de ser consciente, finito y contingente