Blu: Te digo y no me escuchas. Te lo digo del derecho y de revés. Y no me escuchas. No me escuchas. Si me hubieras visto. Si al menos me hubieras visto, hundida, los cabellos flotando...
Caf: Cabellos, dices. Antes hubieras dicho pelos. Antes hubieras dicho: los pelos flotando.
Blu: No tiene gracia. No es nada cómodo decir cabellos. Parece fácil y no lo es. Tienes que coger aire. Mucho aire. Y ser consciente del velo del paladar. Pero, tú, ¿qué sabes? ¿qué has sabido nunca? ¿cuándo te ha interesado a ti...?
Caf: ...siempre me interesó la gruta de enfrente y la gata del vecino, la gata verde no la gata negra; esa gata, siempre, siempre he pensado: gata verde frita mala es de guardar; también me interesa la baba sobre todas las densa que se arrima a la comisura de los labios...
Blu: Lo oirás aunque no quieras. Me escucharás. Me había ido a la cama. Y creo que me desmayé. Porque no recuerdo. Porque no sé por qué el libro apareció junto a mí, yo que siempre lo dejo encima de la mesilla...
Caf: No es mesilla...
Blu: Cajonera...
Caf: Si dices cabellos no puedes decir mesilla, tienes que decir cajonera, ¡hostias!
Blu: El lenguaje siempre te hizo daño. Las palabras que suenan como valbanera o zodiacal o egido o me desperté con bocarriba, ahogándome como si soñara -también soñar es una palabra dulce que te duele- que unas manos apretaban mi cuello y entonces no sé si la luz estaba encendida, la luz de la mesilla, de la cajonera, no sé si estaba encendida, fue entonces cuando no sabía si la luz de la cajonera estaba encendida cuando pensé por primera vez que me había desmayado y que mis cabellos flotaban y todo tenía el sabor del ácido y el tacto de la escama -cuánto te duele la palabra escama- y yo, aferrada a las sábanas, quería llamarte...
Caf: No hubiera ido.
Blu: ...quería saber qué había pasado, que tú me lo dijeras, tú que siempre me ves dormir y te la cascas en la butaca...
Caf: Soñabas manos alrededor de tu cuello y quizá fuera la polla en tu boca abierta, bocarriba, medio asfixiada, quizá fuera éso el tacto de la escama, el sabor a ácido...
Blu: Y a almendra.
Caf: Tirito con la palabra almendra.
Blu: Esta mañana he sentido fragilidad. Y si desmayarse es eso. Y si me he desmayado más veces. Y si no supiéramos que nos desmayamos. Y si me desmayo cogiendo la sal, ¿se vuelve sosa?
Caf: Nunca te la metería sin tu consentimiento. Lo sabes, ¿verdad? Lo sabes. En la butaca sí. Desde la distancia sí. Ha sido una boutade. Puedo decir boutade porque las palabras francesas no me causan terror. Permíteme ser para siempre francés. Si me dejaras, entonces, tus desmayos, quizás entonces, tus desmayos los soportaría, los escucharía mejor. Incluso yo diría cheveux. ¿Has oído? Digo cheveux y no siento arcadas. Mírame. No soy tan bestia. No es una cuestión de amar la ignorancia, es más bien el color de las palabras, mi estómago no aguanta el color chillón de las palabras que pronuncias y menos aún dormida, menos, menos aún.
Blu: ¿Te quedarás en la butaca?
Caf: Endormie.
Blu: ¡Oh! ¡qué agitado este océano!
Blu cae desmayada en la cama.
Caf se sienta en la butaca. Con calma se desabotona la bragueta y se hurga.
Lentamente se hace el oscuro
Caf: Cabellos, dices. Antes hubieras dicho pelos. Antes hubieras dicho: los pelos flotando.
Blu: No tiene gracia. No es nada cómodo decir cabellos. Parece fácil y no lo es. Tienes que coger aire. Mucho aire. Y ser consciente del velo del paladar. Pero, tú, ¿qué sabes? ¿qué has sabido nunca? ¿cuándo te ha interesado a ti...?
Caf: ...siempre me interesó la gruta de enfrente y la gata del vecino, la gata verde no la gata negra; esa gata, siempre, siempre he pensado: gata verde frita mala es de guardar; también me interesa la baba sobre todas las densa que se arrima a la comisura de los labios...
Blu: Lo oirás aunque no quieras. Me escucharás. Me había ido a la cama. Y creo que me desmayé. Porque no recuerdo. Porque no sé por qué el libro apareció junto a mí, yo que siempre lo dejo encima de la mesilla...
Caf: No es mesilla...
Blu: Cajonera...
Caf: Si dices cabellos no puedes decir mesilla, tienes que decir cajonera, ¡hostias!
Blu: El lenguaje siempre te hizo daño. Las palabras que suenan como valbanera o zodiacal o egido o me desperté con bocarriba, ahogándome como si soñara -también soñar es una palabra dulce que te duele- que unas manos apretaban mi cuello y entonces no sé si la luz estaba encendida, la luz de la mesilla, de la cajonera, no sé si estaba encendida, fue entonces cuando no sabía si la luz de la cajonera estaba encendida cuando pensé por primera vez que me había desmayado y que mis cabellos flotaban y todo tenía el sabor del ácido y el tacto de la escama -cuánto te duele la palabra escama- y yo, aferrada a las sábanas, quería llamarte...
Caf: No hubiera ido.
Blu: ...quería saber qué había pasado, que tú me lo dijeras, tú que siempre me ves dormir y te la cascas en la butaca...
Caf: Soñabas manos alrededor de tu cuello y quizá fuera la polla en tu boca abierta, bocarriba, medio asfixiada, quizá fuera éso el tacto de la escama, el sabor a ácido...
Blu: Y a almendra.
Caf: Tirito con la palabra almendra.
Blu: Esta mañana he sentido fragilidad. Y si desmayarse es eso. Y si me he desmayado más veces. Y si no supiéramos que nos desmayamos. Y si me desmayo cogiendo la sal, ¿se vuelve sosa?
Caf: Nunca te la metería sin tu consentimiento. Lo sabes, ¿verdad? Lo sabes. En la butaca sí. Desde la distancia sí. Ha sido una boutade. Puedo decir boutade porque las palabras francesas no me causan terror. Permíteme ser para siempre francés. Si me dejaras, entonces, tus desmayos, quizás entonces, tus desmayos los soportaría, los escucharía mejor. Incluso yo diría cheveux. ¿Has oído? Digo cheveux y no siento arcadas. Mírame. No soy tan bestia. No es una cuestión de amar la ignorancia, es más bien el color de las palabras, mi estómago no aguanta el color chillón de las palabras que pronuncias y menos aún dormida, menos, menos aún.
Blu: ¿Te quedarás en la butaca?
Caf: Endormie.
Blu: ¡Oh! ¡qué agitado este océano!
Blu cae desmayada en la cama.
Caf se sienta en la butaca. Con calma se desabotona la bragueta y se hurga.
Lentamente se hace el oscuro