Partitura para coro
El desconcierto de la estrella se manifiesta en los túneles del metro. Puede ser un violín tocado por una vieja dama. O una guitarra eléctrica rasgada por un cincuentón de gesto jovial. O aquel bajo, joven de las largas melenas oscuras, que a la manera de Jacko Pastorius congrega un grupo frente a él.
La obra en el andén lo desangela. Hay cierto nerviosismo como si todos pensáramos que algo de aquello se podría desplomar. En el andén de enfrente ya todo está terminado y los viajeros suben por modernas escaleras mecánicas.
La china duerme profundamente. Los gitanos charlan animados. La madre es una mujer hermosa. Un grupo de chicos atusados distorsionan el ambiente laboral del vagón.
De pronto, por un retraso, un convoy llega atestado. Se abren las puertas y apenas sale gente. Aún así entras ¡Cuánta gente! piensas, ¡cuántos gestos!, ¡cuántas alturas! y ¡qué igual todo al mismo tiempo!, ¡qué ligero matiz!, ¡qué necesario que lo primero que aprenda el niño, lo que más se empeña en saber y discernir sean los gestos de las gentes que se inclinan para verle!
Estaba esperando. Buscando en mi memoria un rostro de mujer cuando volvía. No la hallo.
La obra en el andén lo desangela. Hay cierto nerviosismo como si todos pensáramos que algo de aquello se podría desplomar. En el andén de enfrente ya todo está terminado y los viajeros suben por modernas escaleras mecánicas.
La china duerme profundamente. Los gitanos charlan animados. La madre es una mujer hermosa. Un grupo de chicos atusados distorsionan el ambiente laboral del vagón.
De pronto, por un retraso, un convoy llega atestado. Se abren las puertas y apenas sale gente. Aún así entras ¡Cuánta gente! piensas, ¡cuántos gestos!, ¡cuántas alturas! y ¡qué igual todo al mismo tiempo!, ¡qué ligero matiz!, ¡qué necesario que lo primero que aprenda el niño, lo que más se empeña en saber y discernir sean los gestos de las gentes que se inclinan para verle!
Estaba esperando. Buscando en mi memoria un rostro de mujer cuando volvía. No la hallo.