Siento el impulso de algo que no alcanzo. Pasan los días demasiado rápido. No me da el tiempo. Todo son sensaciones. Yo quisiera encajar la vida y abrazarla. Quisiera ser discreto, emocionante y comedido. O como Leonard Cohen tan lleno siempre de buenas intenciones y realismo sucio. Siento los impulsos. Siento la sangre palpitar. Intento concentrarme en la confianza, en el desapego y la continencia mental. Mesura. Pero aún no me da el tiempo. Es como si quisiera llegar a la meta. Y eso es un error. Eso es un gran error. Sobre todo porque la carrera no ha hecho más que empezar. Ahora ya es la noche y voy a fumarme un último cigarrillo antes de irme a la cama. Mi pequeña cama, en mi acogedora habitación. En el centro de Madrid, en el Madrid de los Austrias, con su aspecto de pueblón castellano, de la Castilla ardiente. El agua a un lado. Violeta cuando era niña con el pelo corto y los ojos grandes al otro lado. La cama tras de mí. De frente una pared blanca.
Hoy me he cortado los dedos con los excrementos secos de una paloma. El corazón y el índice izquierdos. Sobre todo el corazón. Estaba pegado al cristal de la ventana trasera del coche. Es el material más sorprendente con el que me he cortado jamás. No voy a buscar una analogía con los días que vivo porque no es mi intención. Es un hecho real tan absurdo en sí mismo que se explica sin más.
Un día de abril.
Hoy me he cortado los dedos con los excrementos secos de una paloma. El corazón y el índice izquierdos. Sobre todo el corazón. Estaba pegado al cristal de la ventana trasera del coche. Es el material más sorprendente con el que me he cortado jamás. No voy a buscar una analogía con los días que vivo porque no es mi intención. Es un hecho real tan absurdo en sí mismo que se explica sin más.
Un día de abril.