Fotografía de Roberto Donetta. ca. 1911
No puede ser que yo hable con propiedad de aquello en lo que no soy hábil [...] No puedo decir frases que empiecen con admoniciones, Deberías... [...] La familia para mí es un territorio vedado [...] un completo desastre [...] ¿Cómo entonces voy a hablarle de la familia a nadie, de su familia? [..] No me atrevo a criticar. [...] Cada vez más soy incapaz de defender una idea. Llega un momento en el que no quiero defender nada, no quiero convencer de nada, quizá por eso los guiones que escribo para la radio los dejo cerrados, sin lugar a preguntas que no estén preparadas, respondidas de antemano [...] cada día me incomoda más el mundo, las personas -en su sentido etimológico de máscara- me producen una gran indignación [...] bufo en los encuentros mundanos [...] apenas me queda paciencia [...] narcisismo por complejo de inferioridad, imagino [...] y cuando siento el dolor en el ojo, la posibilidad de que me dé un ataque fuerte [...] es la época de los dolores, del verano al otoño, del invierno a la primavera. Exclamaría, si lo sintiera, ¡Malditos equinoccios! No puedo gritarlo: disfruto los otoños, sobre todo los otoños, más que las primaveras; no puedo maldecir los equinoccios, no puedo menospreciar el otoño [...] lo pienso, me digo, mañana lo llamarás y le dirás que le ocurre algo, que quizá debiera ir al médico porque si no un día de éstos... un día de éstos [...] viejo y solo, eso que tanto temen las máscaras [...] será porque el vacío se nos escapa entre las manos, porque quizá en él se encuentre el sentido de que un hombre sueñe con otro hombre la noche anterior a que surja en la vigilia tras casi treinta años sin saber de él [...] el sentido de todo esto tiene que estar en el vacío porque estamos construidos casi completamente por él [...] en la nada están las respuestas [...] ruego que ilumines estos pocos años que me quedan, dame paciencia, dame diligencia