Pietro Berretini da Crotona Tabulae Anatomicae XVI
No lo conseguirás
Ahora tan sólo esperas que la muerte sea nada [...] sobre todo no juicio [...] también nadie [...]
El hecho: caminas con el perro por una calle; el perro hace sus necesidades; te planteas, es cierto, si recoger una de sus deposiciones -; sueles recogerlas; que tú hayas visto eres el único que lo hace. Sale un hombre de su casa y de malas maneras te afea el hecho de que utilices su calle como meadero y cagadero; tienes una bolsa en la mano; le respondes que lo ibas a recoger; el hombre insiste, te vio el otro día dejando una bolsa bajo un matorral; es cierto, lo hiciste; también es cierto que no hay una sola papelera en toda esa zona; le dices que ya está bien; el hombre sigue con la voz alta y de repente estallas, le gritas que no te siga hablando en ese tono; él no ceja y saca su móvil y parece que te hace fotografías, tú le insistes en que ni se le ocurra fotografiarte, que le denuncias, él sigue y contesta que muy bien, que lo denuncies; entonces te acercas a él, levantas el bastón, lo amenazas; él, muy seguro de sí, te anima a que le atices; desde la casa se escucha la voz de su mujer que repite, cansinamente, el nombre de su marido; tú te das cuenta de lo que estás a punto de hacer; bajas el bastón; te alejas; reflexionas, te apesadumbras; no soportas que te griten; llegas a tu casa; dejas al perro; vuelves en busca del hombre que ahora está comentando con una vecina lo ocurrido; desde lejos le dices que vienes a disculparte; lo haces, le ofreces la mano, te la acepta; habláis con calma; no te interesa y escuchas; vuelves a tu casa decepcionado contigo; podrías argüir motivos para tu ira pero no te confortaría y está bien que así sea; sólo sientes que has vuelto a cometer uno de los dos únicos pecados: la impaciencia. Y eso, para ti, es imperdonable. Por eso esperas que en la muerte no haya juicios, ni calles sin papeleras, ni perros con ganas de hacer pis, ni personas que se planteen lo que sí tienen que hacer, ni vecinos dispuestos a gritar, ni cánceres dolorosos, ni enésimas guerras israelí-palestinas (Goliat contra David), ni deseos sexuales, ni seres como tú; es más, en la muerte esperas que no haya personas [...] nada ni nadie [...]