A veces la rosa se vuelve pequeña/ y todo consiste en deambular por el mundo
Podría ser que el viejo Homero no haya existido nunca/ y toda la Ilíada no sea más que un puzzle
También podría ser una mujer a la que amas/ un sábado por la tarde
mientras contemplas su pecho a lo lejos/ y haces cábalas sobre el sentido de su pulso
A veces la ausencia es una hija/ y la brisa atempera la distancia
o quizá sea un miedo infantil a quedarse solo/ en la esfera tragicómica donde nos ha tocado existir
a veces es una isla/ en una mar que es un circo
a veces son unas pisadas en el matorral/cuando anochece y los pájaros ya no cantan
o los pasos del perro/ o el canto del almuhecín
mientras un hombre de piel cetrina te ofrece un té con hierbabuena/ y el calor del verano desiste de agobiar
Tampoco importa mucho la sensación cibernética/ de las piernas abiertas en el bochorno de la tarde
ni la risa que surge entre cuatro paredes/ que apenas impiden lo impúdico del gesto
porque los astros se encuentran ya muy cerca/ y los colores surgieron de un capricho del polvo
A veces es la lluvia que cae a contratiempo/ a veces es la escarcha congelada en la rama
o el aullido señero de un lobo adolescente/ o la huella profunda de un vencejo
Ya no miro el suelo cuando recorro el sendero/ mi vista se ha ido lejos donde nunca estará
¡qué importa pues que Homero sea hijo del sueño!/ ¡qué importa si sus himnos se cantaron jamás!
La estela de la nave surcó el mar Egeo/ y unos héroes tristísimos naufragaron al escuchar un canto parecido al gemido sexual
La noche está entera/ duerme la luna
no es julio/ no es verano
giróvago o derviche/ mezcal o ácido lisérgico
la luz se hace calor/ la energía se transforma de nuevo
¡Volad conmigo!/ ¡volad! ¡volad conmigo!
Podría ser que el viejo Homero no haya existido nunca/ y toda la Ilíada no sea más que un puzzle
También podría ser una mujer a la que amas/ un sábado por la tarde
mientras contemplas su pecho a lo lejos/ y haces cábalas sobre el sentido de su pulso
A veces la ausencia es una hija/ y la brisa atempera la distancia
o quizá sea un miedo infantil a quedarse solo/ en la esfera tragicómica donde nos ha tocado existir
a veces es una isla/ en una mar que es un circo
a veces son unas pisadas en el matorral/cuando anochece y los pájaros ya no cantan
o los pasos del perro/ o el canto del almuhecín
mientras un hombre de piel cetrina te ofrece un té con hierbabuena/ y el calor del verano desiste de agobiar
Tampoco importa mucho la sensación cibernética/ de las piernas abiertas en el bochorno de la tarde
ni la risa que surge entre cuatro paredes/ que apenas impiden lo impúdico del gesto
porque los astros se encuentran ya muy cerca/ y los colores surgieron de un capricho del polvo
A veces es la lluvia que cae a contratiempo/ a veces es la escarcha congelada en la rama
o el aullido señero de un lobo adolescente/ o la huella profunda de un vencejo
Ya no miro el suelo cuando recorro el sendero/ mi vista se ha ido lejos donde nunca estará
¡qué importa pues que Homero sea hijo del sueño!/ ¡qué importa si sus himnos se cantaron jamás!
La estela de la nave surcó el mar Egeo/ y unos héroes tristísimos naufragaron al escuchar un canto parecido al gemido sexual
La noche está entera/ duerme la luna
no es julio/ no es verano
giróvago o derviche/ mezcal o ácido lisérgico
la luz se hace calor/ la energía se transforma de nuevo
¡Volad conmigo!/ ¡volad! ¡volad conmigo!