Antoni Tàpies Composición con ropa y cuerda
Se cortó el cabello en el Monte Pelado. (Mussorgsky).
Descalzó sus pies ante una congregación de Pieds-Noirs.
Tintó sus manos de rojo.
Desbastó todo un bosque.
No mató a Eugenia con su hacha.
Desenvolvió con cuidado el perfil de una cintura.
Acudió entusiasmado a la decapitación de la Esfinge.
No le hizo ascos a Medusa y supo mirarla de frente. (no así Perseo).
Se encaramó a la Diosa de la Fertilidad y se hizo la vasectomía.
Durmió como un bendito.
Con guante de seda golpeó con mano férrea.
Desanduvo absolutamente todo lo que había andado.
Se desnudó frente a sí y se puso a dar saltos.
Rompió el hielo y se hundió en el lago.
Decidió decidir y no se hizo sabio.
Masculló oraciones en latín medieval.
Socorrió a unas monjas con una sopa castellana.
Escurrió el bulto que resultó ser niña.
Fue capaz de conciliar al rayo y al trueno en una calma chicha.
Mantuvo recta la espalda.
Olisqueó el aire en busca de la lluvia.
Se mareó hasta el vómito emulando a los derviches.
Fue hasta un universo paralelo y se quedó tonto.
Calló a los que le increpaban recurriendo al caramillo.
Se santiguó dos veces con la mano nefanda.
Le rió dios la broma y le regaló una espada.
Volvió y surgió el renacimiento.
Con la nieve a cuestas se encaramó en la cima y produjo el manantial puro.
No dijo esta boca es mía cuando se la abrieron.
Aprendió a hacer pis detrás de la rueca.
Los cabellos albos le sugirieron lomas.
Tomó el pincel y emuló la cadera.
Tomó la cadera y jugueteó con ella.
Despertó en enero y se supo a marzo.
Quiso rendirse pero le faltó valor.
Las lentejas no le parecieron cosa de viejas sino vestigios de un asunto milenario.
Esbozó el plan para su eternidad.
Se lanzó al abismo y aterrizó en el trono.
Le casaron pronto y se disparó en la sién y aún tuvo tiempo para decir una palabra o mil doscientas cuatro.
Regurgitó el oro.
No quedó en él ni rastro de plomo.
Cosa de la alquimia, se dijo.
Volvió a por otra.