Cartel de My week with Marilyn
Al salir sentía esa inquietud que surge cuando somos conscientes de que una pieza cerámica está a punto de quebrarse.
Hacía calor. Un calor impropio. La maldición de las épocas sin agua.
Salía del trabajo con la sensación de haberlo hecho mal. No servía la frase: la perfección sólo sirve para perseguirla. No fluía la idea de que nada es digno de ser juzgado.
En el coche hacía calor.
En la Plaza hacía calor.
Ella era el mundo. El mundo giraba alrededor suyo. Ella, al ser el mundo, era melancólica e insegura. Él, al no ser de ese mundo, lo miraba con la audacia propia del esquimal que se adentra en la blancura del hielo para olisquear la sangre caliente de un animal.
La melancolía es tristeza sin razón aparente.
La fragilidad es la facilidad que una cosa tiene de quebrarse y también en lo moral se toma por la propensión que la naturaleza humana tiene a caer en lo malo y también la fragilidad se toma normalmente por pecado sensual.
Transcurrió el tiempo con la cadencia de una melodía en escala menor.
Al salir el aire se había entibiado. No hacía el calor de la tarde.
Caminaron. Hablaron. Él habló de más. Ella calló menos.
Se despidieron.
En el camino de vuelta, le vinieron a la mente palabras como audacia, febrero, angosto, quebrada, empeñar, olvido, timidez, mirada, tacón y jara.