¿Cuánto, dime tú ¡Oh, Diosa!, habremos de no saber nunca?
¿Está en el mar, turquesa, el secreto? O es en las bolsas de basura, innumerables como las naves de los argivos, donde se encuentra el secreto: somos sujetos de fragilidad.
Un hombre solo siempre será frágil.
Un hombre en grupo aparentará fortaleza.
¿Qué hiciste, ¡Oh, Sócrates!, al descubrir la individualidad (o alma) humana? ¿A qué abismos de creencias -u opiniones- nos lanzaste?
Frágil, ése es el término (y el inicio).
Donde la naturaleza nos enseña de continuo su Fuerza (la fuerza de las olas, la fuerza de las tierras, la fuerza de los aires, las terribles lenguas de los fuegos). Donde, sometidos a la existencia, aciaga, de ser siempre, cada uno, el Primer Hombre (genérico), apenas el tiempo (eso que mata sin ser) nos da su jugo para exprimir en algo lo que el corazón anhela.
¡Oh, Estafadores! Permitidme entenderos y compadecer vuestra instrucción y vuestras alas... rotas.
¡Oh, Estafados! Seguid junto a vuestros Maestros. No os lamentéis nunca del muro ciego, de la congoja en el pecho, del atardecer quemado por Visiones del Cosmos. Nuestra fragilidad nos exculpa de ser audaces.
Porque el ocaso en soledad es menos ocaso.
Porque el descubrimiento en soledad descubre menos.
Porque el amor en soledad es un oximoron.
Si yo pudiera, si en mi vibrara el acero, afirmaría: la vida es esto. Y cerraría los ojos y observaría el miedo pánico a las selvas nocturnas, a la noche del alma (la individualidad). Y diría: ¿Cómo no aterrarse (quedarse sin tierra) ante las jaurías? ¿Cómo no temblar ante la sentencia de la Hembra Implacable, la Adoradora del Grupo, la Generadora de Tribus? Si frágiles y solos, el ser humano implica estar roto.
¿Está en el mar, turquesa, el secreto? O es en las bolsas de basura, innumerables como las naves de los argivos, donde se encuentra el secreto: somos sujetos de fragilidad.
Un hombre solo siempre será frágil.
Un hombre en grupo aparentará fortaleza.
¿Qué hiciste, ¡Oh, Sócrates!, al descubrir la individualidad (o alma) humana? ¿A qué abismos de creencias -u opiniones- nos lanzaste?
Frágil, ése es el término (y el inicio).
Donde la naturaleza nos enseña de continuo su Fuerza (la fuerza de las olas, la fuerza de las tierras, la fuerza de los aires, las terribles lenguas de los fuegos). Donde, sometidos a la existencia, aciaga, de ser siempre, cada uno, el Primer Hombre (genérico), apenas el tiempo (eso que mata sin ser) nos da su jugo para exprimir en algo lo que el corazón anhela.
¡Oh, Estafadores! Permitidme entenderos y compadecer vuestra instrucción y vuestras alas... rotas.
¡Oh, Estafados! Seguid junto a vuestros Maestros. No os lamentéis nunca del muro ciego, de la congoja en el pecho, del atardecer quemado por Visiones del Cosmos. Nuestra fragilidad nos exculpa de ser audaces.
Porque el ocaso en soledad es menos ocaso.
Porque el descubrimiento en soledad descubre menos.
Porque el amor en soledad es un oximoron.
Si yo pudiera, si en mi vibrara el acero, afirmaría: la vida es esto. Y cerraría los ojos y observaría el miedo pánico a las selvas nocturnas, a la noche del alma (la individualidad). Y diría: ¿Cómo no aterrarse (quedarse sin tierra) ante las jaurías? ¿Cómo no temblar ante la sentencia de la Hembra Implacable, la Adoradora del Grupo, la Generadora de Tribus? Si frágiles y solos, el ser humano implica estar roto.