Podríamos desembarazarnos de esas viejas palabras que agotan los discursos. Escuchamos por ejemplo: la violencia que subyace en la estructura mental de la sociedades dañadas en sus intersticios vitales y semejante discurso nos recuerda, ¡ingratos! a aquel otro de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rua que comentaba Juan de Mairena a sus alumnos.
Semejanzas.
O: ¡hasta los cojones de jerigonzas y vacíos!