La venta de flores ha caído este año en un silo de abono y sus aromas se han mezclado.
La mierda y su resultado, la flor, han ido a parar al polvo de los cementerios. Allí se han visto vivos lustrando con pañitos las losas y los nichos. Parecía un cementerio de gran capital el paseo de los domingos por la calle central de una ciudad de provincias. Niña muy pequeña con abrigo de visón blanco ante la tumba de un abuelo. Gitana arrodillada y llorando. Curas administrando su negocio. Un perro sorprendido ante la afluencia de público. El día de puertas abiertas.
Existen hermosos mitos acerca de los días señalados en muchos calendarios. Léase el ensayo de Robert Graves La Diosa Blanca ¡Ay, cuántas invenciones! ¡Cuántos cuentos! ¡Cuántas esperanzas! Y sobre los muertos. Sobre los enterrados. Sobre los que se pudren. Sobre los que aparecen. Este maldito dos de noviembre tan hermoso con un relato de Edgard Allan Poe leído ante la chimenea, ante ese fuego que chisporrotea alegremente ignorante de que cuanto más chisporrotee antes se apagará.
¡Crisantemos, acudid! ¡Maravillas a vuestros puestos! ¡Cipreses, firmes! ¡Marchad, marchad y cantemos todos a una la canción de los enterrados! Y a cada nota su silencio en forma de lágrima y cada estrofa un planto ideado por María Balteira, la más famosa juglar de un tiempo enterrado.
Asolar es dejar sin suelo.
Empeñarse es hacerse roca.
Abrumarse es dejarse invadir por la niebla.
No, no os dejéis llevar por tan espantosos razonamientos.
La muerte es un tránsito. Enterrados no falta el aire.
Todo es puta luz y puto color.
¿Dónde cojones os creéis que estáis? ¡Hostias, a la tumba, joder, a la tumba! Ya vendremos el 2 de noviembre a echaros un vistazo.
La mierda y su resultado, la flor, han ido a parar al polvo de los cementerios. Allí se han visto vivos lustrando con pañitos las losas y los nichos. Parecía un cementerio de gran capital el paseo de los domingos por la calle central de una ciudad de provincias. Niña muy pequeña con abrigo de visón blanco ante la tumba de un abuelo. Gitana arrodillada y llorando. Curas administrando su negocio. Un perro sorprendido ante la afluencia de público. El día de puertas abiertas.
Existen hermosos mitos acerca de los días señalados en muchos calendarios. Léase el ensayo de Robert Graves La Diosa Blanca ¡Ay, cuántas invenciones! ¡Cuántos cuentos! ¡Cuántas esperanzas! Y sobre los muertos. Sobre los enterrados. Sobre los que se pudren. Sobre los que aparecen. Este maldito dos de noviembre tan hermoso con un relato de Edgard Allan Poe leído ante la chimenea, ante ese fuego que chisporrotea alegremente ignorante de que cuanto más chisporrotee antes se apagará.
¡Crisantemos, acudid! ¡Maravillas a vuestros puestos! ¡Cipreses, firmes! ¡Marchad, marchad y cantemos todos a una la canción de los enterrados! Y a cada nota su silencio en forma de lágrima y cada estrofa un planto ideado por María Balteira, la más famosa juglar de un tiempo enterrado.
Asolar es dejar sin suelo.
Empeñarse es hacerse roca.
Abrumarse es dejarse invadir por la niebla.
No, no os dejéis llevar por tan espantosos razonamientos.
La muerte es un tránsito. Enterrados no falta el aire.
Todo es puta luz y puto color.
¿Dónde cojones os creéis que estáis? ¡Hostias, a la tumba, joder, a la tumba! Ya vendremos el 2 de noviembre a echaros un vistazo.