El señor Culo
Hubo una tarde, querido pseudo Lucilo, en la que Gradiva apoyaba su cabeza en mi nalga izquierda. Estábamos esperando que un empuje brutal nos derribara para caer, enloquecidos, sobre el cuerpo del otro e iniciar uno de esos atardeceres de otoño en los que ella, como una diosa paleolítica, me mostraba los misterios y el poder de ser mujer. Mi falo aún no se había erguido hasta convertirse en palo de mesana. Mi respiración, aunque anhelaba, se mantenía en esa calma que los marineros llaman chicha. Mi piel empezaba a brillar. Mi mirada resbalaba por su cuello y por las apófisis de sus escápulas que me recordaban, por su precisión, a algunas esculturas de maestros italianos del Renacimiento. Sobre la mesilla de noche dos vasos de un vino rojo rubí encima de una tela de damasco que debía de ser antigua. Frente a mí el ocaso y el mar se abrían a través de una gran balconada con balaustrada de piedra. Al lado izquierdo de la balconada un pino. Al lado derecho una gran higuera que aún tenía esencias de su aroma de septiembre y que tanto me recordaban el olor del coño de mi amante en la zona en que se unía con el olor de su culo. El olor de su culo. El olor de su coño. Gradiva entera que como diosa primigenia pareció escuchar mi pensamiento y empezó a hablar. "El culo democratiza el sexo, Isaac. Por el culo no hay sumisión de ninguna de las partes y ese enredo final que es la reproducción se olvida. Hoy te voy a comer el culo, querido. Te voy a meter los dedos por el culo y luego te voy a follar con ese magnífico consolador que tan bien me queda atado a mi cintura. Por el culo. Entre los muslos. Acercándome a tus gónadas. Mordisqueando. Pellizcando. Lamiendo. Mojándote. Tu culo/coño. Mis dedos/pollas. ¿Tú sabes, querido, el placer que te va a dar mi lengua? ¿Conoces los secretos de tu ano? ¿Hasta dónde llegará el placer? ¿Dónde empezará el daño?
El culo, Isaac, nos vuelve iguales a ti y a mí. Cuando termine con tu culo, tú empezarás con el mío y luego cuando hayas terminado de reconocerme por detrás, cuando me hayas penetrado por detrás y te hayas corrido y veas cómo mis esfínteres devuelven al aire tu líquido seminal, como yo habré visto como mi saliva y el flujo de mi coño con el que habré mojado tu recto, salen de ti como si fueran una diarrea deliciosa, entonces, te digo, nos comeremos el culo el uno al otro, jugaremos democráticamente con nuestro orificio gemelo y entonces podremos permitirnos tocarnos nuestros genitales tan jerárquicos, tan absurdos, pero sólo como subsidiarios del Primer Ministro del sexo democrático, el señor Culo."
Dichas estas palabras Gradiva hundió su lengua en la raja de mi culo y empezó uno de los atardeceres más deliciosos que el tiempo de la vida me haya podido otorgar. Podría, lo sabes, hacer una descripción pormenorizada de nuestros juegos pero eso lo dejo para las novelistas porque lo importante es el concepto: el culo como órgano democratizador del sexo; concepto, por cierto, que mi buena Gradiva había estudiado en Deleuze y del que escribió su conclusiones en mi cuerpo hasta agotarme de dolor y placer y risa y abrazo y sangre y vino y mar que se oscurece y cielo sin luna.
El culo, Isaac, nos vuelve iguales a ti y a mí. Cuando termine con tu culo, tú empezarás con el mío y luego cuando hayas terminado de reconocerme por detrás, cuando me hayas penetrado por detrás y te hayas corrido y veas cómo mis esfínteres devuelven al aire tu líquido seminal, como yo habré visto como mi saliva y el flujo de mi coño con el que habré mojado tu recto, salen de ti como si fueran una diarrea deliciosa, entonces, te digo, nos comeremos el culo el uno al otro, jugaremos democráticamente con nuestro orificio gemelo y entonces podremos permitirnos tocarnos nuestros genitales tan jerárquicos, tan absurdos, pero sólo como subsidiarios del Primer Ministro del sexo democrático, el señor Culo."
Dichas estas palabras Gradiva hundió su lengua en la raja de mi culo y empezó uno de los atardeceres más deliciosos que el tiempo de la vida me haya podido otorgar. Podría, lo sabes, hacer una descripción pormenorizada de nuestros juegos pero eso lo dejo para las novelistas porque lo importante es el concepto: el culo como órgano democratizador del sexo; concepto, por cierto, que mi buena Gradiva había estudiado en Deleuze y del que escribió su conclusiones en mi cuerpo hasta agotarme de dolor y placer y risa y abrazo y sangre y vino y mar que se oscurece y cielo sin luna.