Le dijeron: En Antioquía.
Allí los túmulos. La carne de cordero.
O una llama.
Me dije: ¿Es el mar sin mar? ¿es posible el mar sin mar? En la carretera. Los brillos.
Te dijiste: No me hagas daño. No te haga daño. Nadie te puede hacer daño. Nadie me puede hacer daño. Dammage. Herida. La anticipación. El invierno de nuestra desventura (el invierno de Ricardo III). Yo nunca -te dijiste- podría hacerte daño. Porque el daño... Porque el sueño... Porque la niebla... Si quisiera tomarte la mano no sería para molerte los huesos... Si quisiera morderte los labios no sería para arrancarte la carne... Si quisiera penetrar en ti no sería para horadarte las entrañas y...
Os dijeron: Lejos la casa.
Nos dijeron: Se os ve como la turbamulta en una pausa, justo antes de que se desencadene el asalto al palacio cuando en las escalinatas los soldados aguardan aterrados el fin de la paz y la ausencia de trinos desmoronan los recuerdos de un tiempo amable. Amable el canto del cuclilllo. Amable la voz canora del mirlo. Amable la no presencia del hurón. Amable el escarbar del perro en la arena de por la mañana bajo un cielo cubierto y tras él el mar y ante él la verdura de una colina suave como el pie cuidado, suave como la uña pintada, suave como el canto de. Nos dijeron la calma y unas palabras en inglés. Nos dijeron la vida es bella ya verás cómo a pesar de los pesares... (José Agustín Goytisolo).
Ellos dijeron: La camisa.
¿Dónde el mar sin mar? ¿La dulce sed de la sal?
Me dije: Reconoceré un día mi... Reconoceré que nunca supe y que la... Reconoceré que la vida siempre, siempre...
Le dijeron: La vista lejos. Así no caerás. Y ahora vístete con el vestido verde. Con el vestido verde. Con el vestido verde.
Nos dijeron: La boca. Abrid la boca.
Allí los túmulos. La carne de cordero.
O una llama.
Me dije: ¿Es el mar sin mar? ¿es posible el mar sin mar? En la carretera. Los brillos.
Te dijiste: No me hagas daño. No te haga daño. Nadie te puede hacer daño. Nadie me puede hacer daño. Dammage. Herida. La anticipación. El invierno de nuestra desventura (el invierno de Ricardo III). Yo nunca -te dijiste- podría hacerte daño. Porque el daño... Porque el sueño... Porque la niebla... Si quisiera tomarte la mano no sería para molerte los huesos... Si quisiera morderte los labios no sería para arrancarte la carne... Si quisiera penetrar en ti no sería para horadarte las entrañas y...
Os dijeron: Lejos la casa.
Nos dijeron: Se os ve como la turbamulta en una pausa, justo antes de que se desencadene el asalto al palacio cuando en las escalinatas los soldados aguardan aterrados el fin de la paz y la ausencia de trinos desmoronan los recuerdos de un tiempo amable. Amable el canto del cuclilllo. Amable la voz canora del mirlo. Amable la no presencia del hurón. Amable el escarbar del perro en la arena de por la mañana bajo un cielo cubierto y tras él el mar y ante él la verdura de una colina suave como el pie cuidado, suave como la uña pintada, suave como el canto de. Nos dijeron la calma y unas palabras en inglés. Nos dijeron la vida es bella ya verás cómo a pesar de los pesares... (José Agustín Goytisolo).
Ellos dijeron: La camisa.
¿Dónde el mar sin mar? ¿La dulce sed de la sal?
Me dije: Reconoceré un día mi... Reconoceré que nunca supe y que la... Reconoceré que la vida siempre, siempre...
Le dijeron: La vista lejos. Así no caerás. Y ahora vístete con el vestido verde. Con el vestido verde. Con el vestido verde.
Nos dijeron: La boca. Abrid la boca.