He visto la ausencia. La borrosa imagen de una situación extraña. He recorrido al albur de un cabello, el camino que lleva desde el útero a la ceniza.
He visto también la muerte de una lechuza pateada por un futbolista y he sentido en la mirada de esa diosa, la muerte de un mito tan antiguo como el hambre. La lechuza ha muerto. Me ha entristecido.
He visto manos que se alzaban contra el tirano.
He visto bandera en la plaza ondeada por un viento constante. ¡Era tan bello! Parecía el trapo un traje de seda ceñido al cuerpo del viento.
He visto esta noche la agonía de un amigo. Una casa escurridiza. Cierto temor a no ser cierto.
Hoy el frío es intenso.
Y avanza marzo.
El tumulto de las voces. La tozudez de un niño quieto en una esquina a la espera de que ocurra lo que él ha decidido que tiene que ocurrir. Y ocurre.
Estas manos. Esas voces. Ese cuento sin final (porque ya está terminado). Cliquea sobre las palabras en verde y podrás leerlo.
He leído hoy el cúmulo de noticias que envía un deudo donde se destila una suerte de venganza, una deuda con el mundo. ¡El mundo! qué palabra tan vacía.
He oído la discusión sobre un hombre famoso. ¿Por qué se discute sobre un hombre famoso? ¿Qué afán se persigue con esas críticas? ¿Qué vamos a conseguir, realmente, sin demagogias, cuando la riqueza se acumula una vez y otra, un siglo y otro, en los mismos bolsillos?
El péndulo de mis pensamientos oscila entre el nihilismo y el deseo de creer. Entre uno y otro extremo toda la gama del pensar y del sentir (aunque tan sólo sea gama de gris).
Porque hay seres que creen absolutamente.
Porque hay seres que descreen absolutamente.
Por ejemplo: cuando veo la sonrisa de la recepcionista del Ayuntamiento, creo.
Por ejemplo: cuando el policía insulta al negro, descreo.
La niñez.
El poney.
El montaje.
Nada es lo que tú sientes.
Lo que pasa es otra cosa.
¿Sólo cinco emociones: felicidad, temor, indignación, rechazo y tristeza?
En la escritura, a veces, se vierte cierta sensación de vanidad. Aunque no sea ésa la intención. (Atención a la sonoridad de sea ésa). La combinatoria de las letras.
He visto también la muerte de una lechuza pateada por un futbolista y he sentido en la mirada de esa diosa, la muerte de un mito tan antiguo como el hambre. La lechuza ha muerto. Me ha entristecido.
He visto manos que se alzaban contra el tirano.
He visto bandera en la plaza ondeada por un viento constante. ¡Era tan bello! Parecía el trapo un traje de seda ceñido al cuerpo del viento.
He visto esta noche la agonía de un amigo. Una casa escurridiza. Cierto temor a no ser cierto.
Hoy el frío es intenso.
Y avanza marzo.
El tumulto de las voces. La tozudez de un niño quieto en una esquina a la espera de que ocurra lo que él ha decidido que tiene que ocurrir. Y ocurre.
Estas manos. Esas voces. Ese cuento sin final (porque ya está terminado). Cliquea sobre las palabras en verde y podrás leerlo.
He leído hoy el cúmulo de noticias que envía un deudo donde se destila una suerte de venganza, una deuda con el mundo. ¡El mundo! qué palabra tan vacía.
He oído la discusión sobre un hombre famoso. ¿Por qué se discute sobre un hombre famoso? ¿Qué afán se persigue con esas críticas? ¿Qué vamos a conseguir, realmente, sin demagogias, cuando la riqueza se acumula una vez y otra, un siglo y otro, en los mismos bolsillos?
El péndulo de mis pensamientos oscila entre el nihilismo y el deseo de creer. Entre uno y otro extremo toda la gama del pensar y del sentir (aunque tan sólo sea gama de gris).
Porque hay seres que creen absolutamente.
Porque hay seres que descreen absolutamente.
Por ejemplo: cuando veo la sonrisa de la recepcionista del Ayuntamiento, creo.
Por ejemplo: cuando el policía insulta al negro, descreo.
La niñez.
El poney.
El montaje.
Nada es lo que tú sientes.
Lo que pasa es otra cosa.
¿Sólo cinco emociones: felicidad, temor, indignación, rechazo y tristeza?
En la escritura, a veces, se vierte cierta sensación de vanidad. Aunque no sea ésa la intención. (Atención a la sonoridad de sea ésa). La combinatoria de las letras.