Monje con chelo. Corot 1870
No sabría decir la minúscula. Aunque quisiera hoy. Aunque quisiera. Ten, te diría. Ten la brida. Detén la yegua. Que no bravuconee.
Parvo soy y no me duele.
No sabría defender la escarcha ni el material de la huella y aún así quisiera decirte, Detén la yegua. Detenla.
Por ese orificio me iría. Por ese temblor me iría. Por el caudal del río que cae. Por el agua que contiene en sí huevas de rana y se eleva y cae en renacuajos sobre la provincia de Ciudad Real.
¿Quién hablaba esta mañana de países? ¿Por qué hay países? ¿Quién defendía la búsqueda de la felicidad como deseo de todo humano? ¿Quién conoció la definición de felicidad? ¡Idea! ¡Pum!
El hombre hablaba ayer con una joven sobre el derecho de unos pocos a decidir sobre la esterilización de un 90% de la humanidad con la idea de que el planeta continuara siendo habitable sin consultar a ese 90%. Esterilizarlos sin más.
¡Detén la yegua que me espanta, a mí parvo, la cadencia del estómago!
O el piano que nunca tocó.
Parvo soy y no me duele.
No sabría defender la escarcha ni el material de la huella y aún así quisiera decirte, Detén la yegua. Detenla.
Por ese orificio me iría. Por ese temblor me iría. Por el caudal del río que cae. Por el agua que contiene en sí huevas de rana y se eleva y cae en renacuajos sobre la provincia de Ciudad Real.
¿Quién hablaba esta mañana de países? ¿Por qué hay países? ¿Quién defendía la búsqueda de la felicidad como deseo de todo humano? ¿Quién conoció la definición de felicidad? ¡Idea! ¡Pum!
El hombre hablaba ayer con una joven sobre el derecho de unos pocos a decidir sobre la esterilización de un 90% de la humanidad con la idea de que el planeta continuara siendo habitable sin consultar a ese 90%. Esterilizarlos sin más.
¡Detén la yegua que me espanta, a mí parvo, la cadencia del estómago!
O el piano que nunca tocó.
Gasolina. Edward Hopper 1940
Acabar de una vez por todas. Dejar ir. Dejar ir.
Como pensaba el hombre que hablaba con la joven sobre la esterilización, Tengo lo que me merezco. La ética protestante.
Luego llegaron las nubes.
Un hueco.
Un alud. El otoño. No saber callar. No callar nunca. Nunca. Nunca. Hablar. Una vez más. Parvo soy y no me duele. Deten la yegua. Renacuajos sobre Ciudad Real.
La muchacha abrazó al perro. La tarde estaba bonita. Sin velos. Se dijo: ¿por qué la arrogancia? Se dijo: ¿Realmente todo es opinión? Le dijo: ¡Detenla, por tu vida, detenla!
El naranja se avino al ocre.
Pudo defender la escarcha como una forma de entender la vida. Albaricoque, pensó después, fruto quizá de la escarchada.
El canto -mejor la letanía- de una antigua sabia no le produjo la emoción que esperaba porque era parvo y no le dolía. Rueca, pensó después, y sonrió con los dedos de la hilandera.
Detén la yegua, detenla.
Como pensaba el hombre que hablaba con la joven sobre la esterilización, Tengo lo que me merezco. La ética protestante.
Luego llegaron las nubes.
Un hueco.
Un alud. El otoño. No saber callar. No callar nunca. Nunca. Nunca. Hablar. Una vez más. Parvo soy y no me duele. Deten la yegua. Renacuajos sobre Ciudad Real.
La muchacha abrazó al perro. La tarde estaba bonita. Sin velos. Se dijo: ¿por qué la arrogancia? Se dijo: ¿Realmente todo es opinión? Le dijo: ¡Detenla, por tu vida, detenla!
El naranja se avino al ocre.
Pudo defender la escarcha como una forma de entender la vida. Albaricoque, pensó después, fruto quizá de la escarchada.
El canto -mejor la letanía- de una antigua sabia no le produjo la emoción que esperaba porque era parvo y no le dolía. Rueca, pensó después, y sonrió con los dedos de la hilandera.
Detén la yegua, detenla.