Der dressierte Mann (El varón domado). Extractos 1

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/12/2010 a las 17:39

Escrito por ESTHER VILAR en el año 1971


Esther Vilar
Dedicatoria
Este libro está dedicado a las personas que no aparecen en él: a los pocos hombres que no se dejan amaestrar y a las pocas mujeres que no son venales. Y a los seres afortunados que no tienen valor mercantil, por ser demasiado viejos, demasiado feos o demasiado enfermos.

¿Qué es el amor? (Último capítulo del libro. No está mal empezar por el final)
El hombre está amaestrado de tal modo por la mujer que no puede vivir sin ella y hace, por tanto, todo lo que ella le exige. Lucha por la vida y llama a eso amor. Cada cual necesita al otro, y así parece que haya al menos un sentimiento común entre ellos. Pero las causas y la naturaleza de ese sentimiento, así como sus consecuencias, son del todo diferente en los dos casos.
Para la mujer, el amor quiere decir poder; para el varón significa sometimiento. Para la mujer, el amor es un pretexto de la explotación comercial; para el varón es una coartada emocional para justificar su existencia de esclavo. "Por amor" hace la mujer las cosas que le son útiles, y el varón las que le perjudican. La mujer deja de trabajar "por amor" cuando se casa; el varón cuando se casa, trabaja "por amor" para dos. El amor es para las dos partes lucha por la supervivencia. Pero una de las partes sobrevive sólo si vence, y la otra sólo si pierde. Es una ironía el que las mujeres se hagan con sus mayores ganancias en el momento de mayor pasividad, y que la palabra amor haga irradiar de ellas el halo de generosidad incluso cuando más despiadadamente están engañando al varón.
Éste disimula con el amor su cobarde autoengaño y se convence de que su absurda esclavitud por su mujer y sus rehenes es una cosa honrosa y tiene un sentido elevado. El varón está contento con su papel. Al ser esclavo alcanza la meta de sus deseos. Y como la mujer no obtiene sino ventajas de ese sistema, no va a cambiar nada; el sistema le impone la corrupción, pero nadie se escandaliza por ello. Lo único que es justo esperar de una mujer es amor (mientras pueda trocar por él todo lo demás). Y los esfuerzos del varón amaestrado para esclavo no le adelantarán nunca más que en el sentido de su doma, jamás en el de su beneficio. El varón seguirá rindiendo cada vez más, y cuanto más rinda, tanto más se alejará de él la mujer. Cuanto más se le rinda, tanto más exigente se hará ella. Cuanto más la desee, tanto menos deseable será él para ella. Cuanto mayor sea el confort con que la rodee, tanto más comodona, tonta e inhumana se volverá ella, y tanto más solo se quedará él.
Sólo las mujeres podrían romper el círculo infernal de la doma y la explotación. No lo harán nunca, porque no tienen ningún motivo racional para hacerlo. Y no se puede confiar en sus sentimientos, pues las mujeres son frías emocionalmente y no sienten compasión. Y así el mundo se irá hundiendo progresivamente en esa cursilería, en esa barbarie, en ese cretinismo de la feminidad, y los hombres, soñadores admirables, no se despertarán nunca de sus sueños.
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