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Nosotros, mi libro y yo, vamos de acuerdo y con la misma marcha. En otros casos puédese elogiar la obra y criticar al obrero, por separado; en éste no: si se ataca al uno, se ataca al otro. Quien juzgue sin conocerlo se hará más daño a sí mismo que a mí; quien lo haya conocido me habrá satisfecho del todo. Seré feliz más allá de mi mérito con sólo conseguir de la aprobación pública que piensen las gentes de entendimiento que yo habría sido capaz de sacar provecho a la ciencia si la hubiese tenido y que merecía que la memoria me hubiese ayudado más.
Justifiquemos aquí eso que suelo decir, que raramente me arrepiento y que mi conciencia se contenta consigo misma, no como la conciencia de un ángel o de un caballo, sino como la conciencia de un hombre; añadiendo siempre esta coletilla, coletilla no de cortesía sino de natural y esencial sumisión: que hablo preguntando e ignorando, remitiéndome siempre para la decisión, pura y simplemente, a las creencias comunes y legítimas. No enseño, cuento.