A nadie permitirá que ponga en entredicho el nombre de su madre. Levanta la mano, blande una fusta. Grita, También, idiota, también las pruebas de paternidad pueden ser erróneas. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero a mi madre, ni la nombres, no pronuncies las letras de su nombre jamás. Me importa una mierda que tú también seas su hijo y menos aún me importa que te creas más legítimo que yo. A ojos de quién. De quién carajo me estás hablando. De qué puto Dios me hablas. ¿Qué Dios se iba a molestar en escudriñar que polla se metió en la vagina de mamá para crearme? Hablo así porque me sale de los cojones. No me vas a decir cómo tengo que hablar. Me has oído y cuidadito con lo que haces de ahora en adelante. Te voy a vigilar. Te voy a controlar y como me entere que vas esparciendo esa mierda por ahí, te juro por nuestra madre, que te hundo, que a mí nada se me da que sepan que soy bastardo pero la honra de mamá, ésa ni se toca, ¿me entiendes? La honra de mamá ni tocarla, hijo de puta. Y ahora fuera que tengo mucho que pensar, mucho, mucho que pensar.
Sale el hermano. Cuando el bastardo se queda solo, se echa a llorar como si fuera un niño que acaba de descubrir que los duendes no existen. Maldice su suerte. Maldice en secreto a su madre. Una voz interior que él intenta reprimir pero no lo consigue porque como se sepa, como corra la voz, ¿qué será de él? ¿Cómo lo llamarán los batallones a su mando? ¿Qué autoridad moral tendrá sobre ellos si él, su comandante en jefe, es hijo del pecado, es hijo de una perdida que no supo mantener limpia su honra que es la honra de todos sus descendientes? Coge una pistola. La mira. Murmura, Como corra la voz un tiro en la cabeza y sanseacabó.
Entra un ordenanza. Dice, Mi general, su señora madre de usted espera en el antedespacho y le urge verle. De inmediato, ha dicho, mi general. El bastardo se queda pálido. Se inyectan sus ojos en sangre. Intenta mantener el tipo. Responde, ¿Qué hace? ¿No le urge a mi señora madre verme? Pues que pase, coño, que pase.
El general guarda la pistola en el cajón de la derecha de su mesa oficial. Se estira la chaqueta. Se pasa la mano derecha por la comisura de los labios. Carraspea y cuando ve entrar a su madre siente unas terribles ganas de matar.