Orfeo y Eurídice de Pedro Pablo Rubens. 1636-1638
Hoy se va a quedar ahí. Por diciembre, digamos. Por la espuma. Sí, sí, el cielo estaba hermoso. Bandadas de nubes. El sol... a mi espalda, el sol, digo, se estrellaba contra los amarillos de las hierbas altas, moribundas, y rebotaba en un cielo añil, un cielo de nubes añiles como algunos cielos de van Gogh, como algunas de sus nubes... ese mundo que existe... ese mundo de tierra, matorral y bosques de encinas... existe en este día de diciembre... diciembre. Oigo fuera a los cachorros. Todo para crecer. Hoy se va a quedar ahí. Porque hubo un tiempo también de extrañas pasiones, búsquedas, un día lejos, muy lejos, parece que hace siglos y fue casi ayer... eso del tiempo... lo que viene siendo. Son los primeros días fríos... será eso... que son los primeros días fríos... En la tarde, cuando declinaba el sol, me he quitado el gorro, el gorro gris, el de los inviernos -probablemente perfeccionado térmicamente-, me lo he quitado, digo, en el camino; el frío es dichoso; la respiración del frío, en un lugar alto como en La Montaña Mágica con Castorp, se apellidaba Castorp... el sanatorio para enfermos tuberculosos, Ese frío. Esa exhalación del calor interno... lo leve del vaho... Hoy se va a quedar en esa contemplación, cuando luchaba por venir a mi cabeza, a mi memoria, el nombre de la mujer, de madame... madame Cau... Hoy se va a quedar ahí, minucioso, una contabilidad, alguna forma de contar sean números o historias... Termina el otoño... en el adviento he visto la declinación de la luz cuando caía... en estos tiempos que llegan más allá de los primeros cristianos, donde los paganos... cuando los paganos... la noche más larga, el renacer del Sol... en lo alto, desde hace un tiempo, os saludo... Noche y Día... como amigos os saludo... no sois dioses... sois amigos... Voy a beber agua... aquí, en mi rincón, en un lugar del mundo... En el último tramo del camino siempre refresca. Estoy convencido que, bajo la roca, las aguas freáticas se encuentran muy cerca, y pienso que si hubiera un corrimiento de tierras o un desprendimiento, haría falta muy poco para que nos encontráramos suspendidos ante un abismo, como si estuviéramos en la parte exterior de la cúpula de San Pedro y al fondo viéramos no la cruz en sus tres dimensiones sino un inmenso lago negro, de aguas a las que nunca les dio la luz... Hoy... madame Cauchat... Clawdia... Clawdia... Hoy se va a quedar ahí, ahora, ahí...