Porque no llueve tengo el corazón roto
Por la luz de esta tarde
Por el olor de la montaña
No por los agravios
No por perder
sino por los cantos y la neblina que está alcanzando la cima del otero, tengo el corazón roto
Olvidaré algunas palabras, anularé con mi olvido su eficacia así como el Nilo se retira y deja suelo fértil donde crecerá el cereal. Por el Nilo retirado tengo el corazón roto.
Lo iré recomponiendo.
Lo coseré a base de dolores.
Experimentaré las emociones con la calma del que sabe que nada tiene.
Como huyó una noche de invierno mi máxima pertenencia y así me demostró que nada me pertenece y así yo pude reconocerme con el corazón roto.
No es el corazón roto algo de lo que compadecerse. Ni el dolor que no se sufre adquiere más relevancia que Zaratustra elevando preces al fuego y miseria a los hombres. No es el corazón roto una metáfora de desgracia sino la metáfora de lo digno de ser reconstruido, para ofrecer al mundo algo compacto como la física de los cuantos o la materia del neutrino.
Porque quiero ofrecer al mundo tengo el corazón roto.
Porque degusté la silva tengo el corazón roto
Porque una vez, en una paleta, intuí el oficio del pintor tras una gama de verdes tengo el corazón roto.
Hoy me ha dolido el corazón.
Me dolió por la mañana mientras me negaba a la excavación, a doblar la espalda mientras la pala, junto al delta del Nilo, ahonda la tierra, descubre el túnel, llega hasta el corazón también roto de la tierra.
Me dolió mientras hablaba y la tarde se iba cubriendo de viento.
Me dolió al caer la noche cuando respiraba hondo y, entre las brumas de la respiración, aparecían como fotogramas de una película rota, copas de árboles frondosos, de muchos verdes, de muchas hojas
Si no hubiera tenido el corazón roto
Si no me hubiera ahogado con la torpeza del vencejo a ras de tierra, tan ligero él cuando traza en el aire acrobacias de feriante
Si no lo hubiera tenido roto en mil pedazos la tarde en que acaricié el pecho de Ana
Si lo hubiera tenido entero
entonces, de seguro, la bruma sólo me habría producido molestia
y el ajedrez no me habría salvado la vida
y jamás nunca me habría atrevido a viajar hasta Paris haciendo dedo
ni hubiera pasado noches y noches al raso, en una isla, aislado del mundo, de las carreteras, del gas y de los bares.
Pero tengo el corazón roto y mañana es martes.
Por la luz de esta tarde
Por el olor de la montaña
No por los agravios
No por perder
sino por los cantos y la neblina que está alcanzando la cima del otero, tengo el corazón roto
Olvidaré algunas palabras, anularé con mi olvido su eficacia así como el Nilo se retira y deja suelo fértil donde crecerá el cereal. Por el Nilo retirado tengo el corazón roto.
Lo iré recomponiendo.
Lo coseré a base de dolores.
Experimentaré las emociones con la calma del que sabe que nada tiene.
Como huyó una noche de invierno mi máxima pertenencia y así me demostró que nada me pertenece y así yo pude reconocerme con el corazón roto.
No es el corazón roto algo de lo que compadecerse. Ni el dolor que no se sufre adquiere más relevancia que Zaratustra elevando preces al fuego y miseria a los hombres. No es el corazón roto una metáfora de desgracia sino la metáfora de lo digno de ser reconstruido, para ofrecer al mundo algo compacto como la física de los cuantos o la materia del neutrino.
Porque quiero ofrecer al mundo tengo el corazón roto.
Porque degusté la silva tengo el corazón roto
Porque una vez, en una paleta, intuí el oficio del pintor tras una gama de verdes tengo el corazón roto.
Hoy me ha dolido el corazón.
Me dolió por la mañana mientras me negaba a la excavación, a doblar la espalda mientras la pala, junto al delta del Nilo, ahonda la tierra, descubre el túnel, llega hasta el corazón también roto de la tierra.
Me dolió mientras hablaba y la tarde se iba cubriendo de viento.
Me dolió al caer la noche cuando respiraba hondo y, entre las brumas de la respiración, aparecían como fotogramas de una película rota, copas de árboles frondosos, de muchos verdes, de muchas hojas
Si no hubiera tenido el corazón roto
Si no me hubiera ahogado con la torpeza del vencejo a ras de tierra, tan ligero él cuando traza en el aire acrobacias de feriante
Si no lo hubiera tenido roto en mil pedazos la tarde en que acaricié el pecho de Ana
Si lo hubiera tenido entero
entonces, de seguro, la bruma sólo me habría producido molestia
y el ajedrez no me habría salvado la vida
y jamás nunca me habría atrevido a viajar hasta Paris haciendo dedo
ni hubiera pasado noches y noches al raso, en una isla, aislado del mundo, de las carreteras, del gas y de los bares.
Pero tengo el corazón roto y mañana es martes.