Capítulo 1º Leonora en la intimidad

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/12/2024 a las 18:50

Leonora y el húsar



Todo había ocurrido tan rápido y todo iba a terminar tan rápido. Tumbada en la cama, bocabajo, con el traje de paseo puesto y sin ni siquiera haberse quitado las botas, Leonora -el rostro pegado a la almohada- lloraba desdichas de amor. Muchos años más tarde un poeta escribiría, Es tan corto el amor y es tan largo el olvido pero en Leonora los recuerdos estaban aún frescos porque todo había comenzado quince días atrás, tan solo quince días atrás...; aquella mañana del veintinueve de octubre de 1812, Leonora se despertó desesperada. Esa era la fecha en la que ella, como un reloj, entraba en la melancolía del otoño ruso; a más a más siendo ella como era de clima meridional, hija de un terrateniente italiano arruinado, Marcello, que por salir de pobre se casó con una rica hacendada rusa, Olga Safarieva, y se trasladó a vivir a esta ciudad llamada Smolensko, trayendo con él a su hija Leonora, a Madame O. -la nurse- y  a dos criados de los que no quiso desprenderse para poder seguir hablando con alguien en italiano. De esto hacía ya siete años. Al poco de llegar nacía su hermanastra Claudine. Leonora no se sentía a disgusto en esa nueva vida durante más o menos, ocho meses al año, los que corren de  marzo a octubre -ambos incluidos- pero al llegar el fatídico día 29 y desde el primer año, Leonora sentía una tristeza, una desgana, una melancolía de luz que poco a poco, como si se fuera muriendo, se iba marchitando y cuando justo parecía que iba a expirar -a finales de febrero-, la luz, el aire y el canto de las primeras aves le insuflaban poco a poco vida nueva, renovada y se podría decir -sin temor a equivocarse- que era Leonora la personificación de la primavera. Es más, nos atreveríamos a afirmar que Leonora era la primavera. 
Madame O. conocía perfectamente lo que iba a ocurrir aquella mañana. De hecho toda la casa estaba preparada ya para la  melancolía estacional de Leonora. Hay que añadir algo más: no va a ser ésta la historia de un matrimonio por conveniencia, de una madrastra envidiosa, una hermanastra cruel y un padre entregado al vodka en cualquier taberna de la ciudad. No, esta familia era una familia burguesa comme il faut. Por decirlo con frase que resume una forma de estar en el mundo, en aquella casa se aplicaba el aforismo: soportar para que te soporten es la mejor forma de vivir en comunidad. Olga Safarieva se tomaba muy en serio los tónicos que habían de administrársele a Leonora a lo largo de su decaimiento estacional y las dosis adecuadas para cada momento del proceso porque está claro que no era lo mismo el estado de ánimo de la niña -cuando iniciamos nuestra historia Leonora tiene dieciséis años- los primeros días del otoño, que un día de invierno, con ventisca y cubiertos los caminos de una capa de nieve que a un espíritu sensible le podría evocar la mortaja que cubre al difunto. Para esa mañana Madame O. mandaba a la cocinera que hiciera un chocolate muy caliente con picatostes para Leonora, un desayuno que conocía madame O. de su infancia en Vizcaya porque ella nació allí, en un pueblecito llamado Lekeitio y lo había tomado muchas veces y sabía de su valor tonificante. Madame O. sabía también que la mirada de Leonora andaría como vagabunda esa mañana, que empezaría a distraerse con naderías y que en algún momento, casi seguro que después de comer, suspiraría sin motivo, como suspiraban las viudas de los marinos que habían muerto en la mar cuando escuchaban en la voz de un visitante las bondades de esas masas de agua formidables cuya traición había costado la vida a tantos.
Todo esto es lo que hubiera pasado si no hubiera sido porque a la una y diez del mediodía de aquel 29 de octubre, por el camino que bordea la dacha, apareció un Regimiento de Húsares de la Grande Armée que se batía, aunque lento, en retirada. En ese regimiento estaba Frederick, como ya se ha dicho, y ese mismo día 29 Leonora se fijó en él por primera vez.
 
Cuento Tags : Leonora y el húsar | Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/12/2024 a las 18:50 | {0}