Cuaderno de dibujo de Edward Hopper 1936
84.- Cuanto más bueno soy conmigo mismo más cruel me vuelvo.
85.- Dadme el mazo de Thor para destruir el mundo y no me deis el cincel de Miguel Ángel para esculpir uno nuevo.
86.- El trabajo ni dignifica ni hace libre. El trabajo es una indignidad que hemos de soportar desde la cuna hasta la tumba.
87.- El esfuerzo titánico que han de hacer algunos de mis neurotransmisores para dirigir los dedos a las teclas justas. Ese esfuerzo por no anticipar los momentos tristes. O aquél que presagia una recompensa demasiado lejana.
88.- La esperanza es la madrastra de la desesperación.
89.- La esperanza en la moderna religión se denomina dopamina.
90.- Al proclamar en escala lo efímero de la vida (la vida de un ser humano no llega -ni de lejos- al tiempo que dura un parpadeo si consideramos la edad del universo como un año) río y mi risa se expande por los montes y traviesa recorre las montañas hasta prosternarse agradecida ante Luna la Diosa más grande que idearon varios miles de vidas más cortas que el tiempo que dura un parpadeo.
91- Lo terrible no es que me nacieran sino que luego generaran en mi mente una sinapsis que me dice: tú naciste.
92- Sí, saludo al Sol cada tarde cuando se deja engullir por la montaña. No lo venero. Sólo lo saludo.
93.- Por encima de todas las cosas, amo el silencio... y a partir de él los sonidos sutiles que surgen como pequeños milagros: una tecla que se pulsa, el roce de la pluma en la hoja o el del pincel en el lienzo, la patas de un gorrión al posarse sobre la barandilla de hierro, la hoja que se desprende del tallo y comienza a caer, una persiana que se sube, la carrera de un conejo o los cuernos de la luna rediviva (este último es un sonido sideral que tiene más bien una coloratura de idea).
94.- ¡Qué hermosos los cielos de las tardes de septiembre!
Los aforismos que van desde el nº 84 al número 94
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (9)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista.
85.- Dadme el mazo de Thor para destruir el mundo y no me deis el cincel de Miguel Ángel para esculpir uno nuevo.
86.- El trabajo ni dignifica ni hace libre. El trabajo es una indignidad que hemos de soportar desde la cuna hasta la tumba.
87.- El esfuerzo titánico que han de hacer algunos de mis neurotransmisores para dirigir los dedos a las teclas justas. Ese esfuerzo por no anticipar los momentos tristes. O aquél que presagia una recompensa demasiado lejana.
88.- La esperanza es la madrastra de la desesperación.
89.- La esperanza en la moderna religión se denomina dopamina.
90.- Al proclamar en escala lo efímero de la vida (la vida de un ser humano no llega -ni de lejos- al tiempo que dura un parpadeo si consideramos la edad del universo como un año) río y mi risa se expande por los montes y traviesa recorre las montañas hasta prosternarse agradecida ante Luna la Diosa más grande que idearon varios miles de vidas más cortas que el tiempo que dura un parpadeo.
91- Lo terrible no es que me nacieran sino que luego generaran en mi mente una sinapsis que me dice: tú naciste.
92- Sí, saludo al Sol cada tarde cuando se deja engullir por la montaña. No lo venero. Sólo lo saludo.
93.- Por encima de todas las cosas, amo el silencio... y a partir de él los sonidos sutiles que surgen como pequeños milagros: una tecla que se pulsa, el roce de la pluma en la hoja o el del pincel en el lienzo, la patas de un gorrión al posarse sobre la barandilla de hierro, la hoja que se desprende del tallo y comienza a caer, una persiana que se sube, la carrera de un conejo o los cuernos de la luna rediviva (este último es un sonido sideral que tiene más bien una coloratura de idea).
94.- ¡Qué hermosos los cielos de las tardes de septiembre!
Los aforismos que van desde el nº 84 al número 94
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (9)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista.