Julia y yo
¡Felicidades, Julia! ¡No sabes cuánto te echo de menos! Contigo se murió mi Bertrand Russell de andar por casa, con sus zapatillas de fieltro, aguantando siempre hasta que se rompían. He recuperado la máquina de escribir que me regalaste cuando cumplí los diecisiete años y también la tristeza que siento cada día por no poder llamarte al 552 31 95 y ver qué tal estás, si has desayunado, si los ojos no te duelen ya.
¡Felicidades, Ángel mío, Cabello de Plata, Idea Feliz! Ampárame, dulce anciana, en estos días de noviembre que se han quedado más pequeños sin ti. Cómo me gustaría ir esta tarde a Emilio Ortuño 11 con una inmensa tarta de cumpleaños y sentarme a tu lado en tu desvencijado sillón y cogerte esa mano suavísima (como sólo los ancianos tenéis la piel), con las uñas pintadas de rojo y pasar las horas entre recuerdos y añoranzas, entre futuros y respuestas, entre miradas y sonrisas, entre mañanas y ayeres.
¡Felicidades, mujer que en la derrota siempre sonrió! ¡Felicidades, mujer que en el abandono no se dejó! ¡Felicidades, mujer que en la desgracia supo llorar con valentía! ¡Felicidades, Julia, mi Juan de Mairena, mi Allan Watts, mi Krishnamurti, mi Montaigne!
¡Felicidades, Ángel mío, Cabello de Plata, Idea Feliz! Ampárame, dulce anciana, en estos días de noviembre que se han quedado más pequeños sin ti. Cómo me gustaría ir esta tarde a Emilio Ortuño 11 con una inmensa tarta de cumpleaños y sentarme a tu lado en tu desvencijado sillón y cogerte esa mano suavísima (como sólo los ancianos tenéis la piel), con las uñas pintadas de rojo y pasar las horas entre recuerdos y añoranzas, entre futuros y respuestas, entre miradas y sonrisas, entre mañanas y ayeres.
¡Felicidades, mujer que en la derrota siempre sonrió! ¡Felicidades, mujer que en el abandono no se dejó! ¡Felicidades, mujer que en la desgracia supo llorar con valentía! ¡Felicidades, Julia, mi Juan de Mairena, mi Allan Watts, mi Krishnamurti, mi Montaigne!