Julia en el claustro del monasterio de San Benet de Ramón Casas. 1925
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Me acuerdo de la cara redonda de Carmen.
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Me acuerdo del nombre de Granada.
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Me acuerdo de Macaria una asistenta que me quería limpiar el culo, siendo yo ya todo un hombrecito.
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Me acuerdo de la discoteca Cerebro.
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Me acuerdo de estar bailando con una canción de Barry White.
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Me acuerdo del disco A love supreme de John Coltrane.
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Me acuerdo de las noches de Reyes Magos de mi más alta infancia cuando mis padres, la noche del cinco de enero, se iban a la fiesta que daba todos los años Amelita, la amante de Pepito, el dueño del Café Gijón.
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Me acuerdo que esta tal Amelita decían que era la sobrina de la prestamista que le sirvió como inspiración a Camilo José Cela para crear el personaje de doña Rosa de su novela La Colmena.
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Me acuerdo de mi tía Adela pegando botes encima de una cama de hospital segundos antes de morir. Mi padre me saca de la habitación.
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Me acuerdo de unos pantalones de campana de piel de melocotón y de color verde botella.
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Me acuerdo de estar sentado en el suelo junto a Raquel. Tenemos siete años. Apoyamos nuestras espaldas en el muro del Edificio Cibeles en Cullera. Leemos juntos un Dumbo.
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Me acuerdo de trabajar haciendo encuestas en los trenes nocturnos.
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Me acuerdo de la pequeña habitación de Luis en la casa de sus padres en la calle Víctor de la Serna.
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Me acuerdo de que el verso el tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos lo escucho en el salón de la casa de Andrés rodeado de los colegas. Ninguno tenemos más de veinte años.
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Me acuerdo de un juego llamado Aterrizaje en la luna.
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Me acuerdo de jugar a las oficinas.
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Me acuerdo de hacer el pino.
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Me acuerdo de ver a Pinito del Oro subida en el trapecio del Circo Price.
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Me acuerdo de que el mundo del circo me producía pena.
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Me acuerdo de la película La ciudad de los muchachos protagonizada por Spencer Tracy.
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Me acuerdo de lo rubio que estaba al terminar el verano durante los años de la infancia.
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Me acuerdo de ser tan feliz nadando que me reía.
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Me acuerdo del olor del verano en La Alpujarra.
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Me acuerdo de que ella tenía veinticuatro años, yo cuarenta dos, éramos amantes y un amigo que debía rondar los sesenta, cuando le dije la edad que tenía ella, me dijo, ¡Ah, bueno, entonces es mayor que tú!
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Me acuerdo de Mariano que era el hijo de Marcial Lafuente Estefanía, el de las novelitas del Oeste.
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Me acuerdo del día en el que mi padre apareció en casa con un perro llamado 25, un bóxer que nada más llegar se metió debajo de la cama de mis padres.
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Me acuerdo de las manos de Donatien.