Escucho la música en la mañana. Me he levantado muy temprano. Quiero pensar que ha sido por tu voz cuando me canta esa canción que nos hace reír. La risa en tu rostro con la luz del sol reflejada en tus pupilas. Me he desperezado y he pensado, ¡Qué feliz soy! ¡Qué bueno el olor del sueño de mi mujer! Luego ha llegado el aroma del bizcocho que mi hija y su amiga hacen en la cocina desde primeras horas de la mañana y escucho –llenas de pasión- las carreras del perro.
La primavera será hermosa (por cierto, he descubierto la belleza del jabalí) y un color nuevo, una vieja aspiración se hará realidad (no un deseo). Por eso me asomo al balcón con las manos alzadas y abiertas y ruge en mi interior el hambre de un desayuno con tomate rallado, aceite de oliva, albahaca, su miajita de sal y unas tostadas recién hechas como la vida que acaba de nacer en este 14 de abril, un día tan republicano y que me recuerda tanto a la mujer más amable que jamás conocí; este día del pueblo; este día de ideas de igualdad (ahora que todo es podredumbre y ortodoxia rancia; donde los defensores del orden alardean en todas las televisiones de lo que debe ser pero callan cuando lo que no debe ser campea a sus anchas desde el maldito día en el que los partidos políticos en connivencia con los fuertes económicamente –que no la democracia, la más cercana a la verdadera esencia democrática; la que estipula que un político es aquel que manda obedeciendo y que las más mínima falta a la ética democrática tiene como consecuencia el abandono de cualquier responsabilidad pública. ¿Qué digo? En un país como el nuestro, lleno de aduladores, cortesanos de medio pelo, caciques, corruptores y corrompibles a los cuales se les absolverá de sus pecados en cuanto hagan su particular acto de contrición-); este día de besos, emociones y discursos; este 14 abril cuando por fin la primavera se ha abierto en el abrazo de esta mañana, en el olor a humedad y flor de la mañana, en el cuerpo de mi mujer transparentado a través de su camisón blanco y cuando me has dicho, Te quiero y cuando te he respondido, Acaba de pasar el segundo más emocionante de mi vida y entonces tú has vuelto a la cama, has abierto la boca, la has acercado a la mía y antes de besarme has dicho, Feo y de un salto has salido por la puerta dejándome en los labios la inquietud de los tuyos y en mi recuerdo la eternidad de todo esto.
La primavera será hermosa (por cierto, he descubierto la belleza del jabalí) y un color nuevo, una vieja aspiración se hará realidad (no un deseo). Por eso me asomo al balcón con las manos alzadas y abiertas y ruge en mi interior el hambre de un desayuno con tomate rallado, aceite de oliva, albahaca, su miajita de sal y unas tostadas recién hechas como la vida que acaba de nacer en este 14 de abril, un día tan republicano y que me recuerda tanto a la mujer más amable que jamás conocí; este día del pueblo; este día de ideas de igualdad (ahora que todo es podredumbre y ortodoxia rancia; donde los defensores del orden alardean en todas las televisiones de lo que debe ser pero callan cuando lo que no debe ser campea a sus anchas desde el maldito día en el que los partidos políticos en connivencia con los fuertes económicamente –que no la democracia, la más cercana a la verdadera esencia democrática; la que estipula que un político es aquel que manda obedeciendo y que las más mínima falta a la ética democrática tiene como consecuencia el abandono de cualquier responsabilidad pública. ¿Qué digo? En un país como el nuestro, lleno de aduladores, cortesanos de medio pelo, caciques, corruptores y corrompibles a los cuales se les absolverá de sus pecados en cuanto hagan su particular acto de contrición-); este día de besos, emociones y discursos; este 14 abril cuando por fin la primavera se ha abierto en el abrazo de esta mañana, en el olor a humedad y flor de la mañana, en el cuerpo de mi mujer transparentado a través de su camisón blanco y cuando me has dicho, Te quiero y cuando te he respondido, Acaba de pasar el segundo más emocionante de mi vida y entonces tú has vuelto a la cama, has abierto la boca, la has acercado a la mía y antes de besarme has dicho, Feo y de un salto has salido por la puerta dejándome en los labios la inquietud de los tuyos y en mi recuerdo la eternidad de todo esto.