En realidad ésta debería numerarse como séptima entrega. Tengo un texto escrito a mano el 8 de agosto que será el que transcriba tras haber escrito esta sexta entrada que debería haber sido la séptima (no llego a entender la importancia de ese orden. Sólo sé que es un matiz que he señalar. Recuerdo que el otro día jugué en mi cabeza con los conceptos tamiz y matiz y llegué a la conclusión de que el tamiz es la objetuación -si es que existe esa palabra en el sentido de hacer un objeto de un concepto- del matiz). También recuerdo un circo francés, un circo que circulaba por un lugar de Francia -sea lo que sea Francia- al que denominan como Normandie, un circo que se anuncia con veinte elefantes y que se llama Circo Amar -CIRQUE AMAR- ; pasquines con grandes letras y la ilustración de un elefante con sombrero subido en una enorme pelota lo anuncian pegados en los muros de las casas de una ciudad que parece importante llamada Caen. No recuerdo mi cara. No sé cuándo fue la última vez que la vi. Pienso todo esto en el patio con techo retractil del que puedo disfrutar en la habitación del sótano sita en la Casa Museo de un anciano magnate que me contrató a principios de agosto para ser el guardés de su colección de pintura modernista durante las noches. A mí este patio me parece una pifia del arquitecto. No sé qué sentido tiene esta especie de foso sin agua y sin apenas profundidad. Quizá haya sido profesor de arquitectura. Quizá fui delineante y pasé largas tardes grises sobre la mesa de dibujo imaginando un futuro prometedor. Quizá fui universitario. Me hubiera gustado ser universitario y haberme casado con una mujer llamada Belinda que en sus años mozos soñó con ser tenista. Quizá por eso, por ese pasado, resuelvo en el presente que el patio en el que me encuentro en la habitación del sótano es el resto óseo que queda de una cola que ya no tenemos.
06 Olmo Dos Mil Veintidós
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/08/2022 a las 18:19En realidad ésta debería numerarse como séptima entrega. Tengo un texto escrito a mano el 8 de agosto que será el que transcriba tras haber escrito esta sexta entrada que debería haber sido la séptima (no llego a entender la importancia de ese orden. Sólo sé que es un matiz que he señalar. Recuerdo que el otro día jugué en mi cabeza con los conceptos tamiz y matiz y llegué a la conclusión de que el tamiz es la objetuación -si es que existe esa palabra en el sentido de hacer un objeto de un concepto- del matiz). También recuerdo un circo francés, un circo que circulaba por un lugar de Francia -sea lo que sea Francia- al que denominan como Normandie, un circo que se anuncia con veinte elefantes y que se llama Circo Amar -CIRQUE AMAR- ; pasquines con grandes letras y la ilustración de un elefante con sombrero subido en una enorme pelota lo anuncian pegados en los muros de las casas de una ciudad que parece importante llamada Caen. No recuerdo mi cara. No sé cuándo fue la última vez que la vi. Pienso todo esto en el patio con techo retractil del que puedo disfrutar en la habitación del sótano sita en la Casa Museo de un anciano magnate que me contrató a principios de agosto para ser el guardés de su colección de pintura modernista durante las noches. A mí este patio me parece una pifia del arquitecto. No sé qué sentido tiene esta especie de foso sin agua y sin apenas profundidad. Quizá haya sido profesor de arquitectura. Quizá fui delineante y pasé largas tardes grises sobre la mesa de dibujo imaginando un futuro prometedor. Quizá fui universitario. Me hubiera gustado ser universitario y haberme casado con una mujer llamada Belinda que en sus años mozos soñó con ser tenista. Quizá por eso, por ese pasado, resuelvo en el presente que el patio en el que me encuentro en la habitación del sótano es el resto óseo que queda de una cola que ya no tenemos.
Narrativa Tags :
Olmo Dos Mil Veintidós
| Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/08/2022 a las 18:19 |
{0}