Estaba desnudo anoche encima de la cama. Estaba en la habitación del sótano que los que me contratan han decidido que sea la mía mientras dure mi trabajo. Es una habitación amplia, con cuarto de baño completo y un pequeño patio con techo acristalado y retráctil (por la tarde me entretuve un rato poniéndolo y quitándolo). Estaba desnudo. Quería hacerme una paja antes de ir a abrir las ventanas de las salas donde se expone la colección de arte del anciano magnate para que el que en última instancia trabajo. Siempre hay una última instancia. Nuestro cerebro parece necesitar últimas instancias. Dios es un magnífico ejemplo de última instancia. La paja es porque me serena, porque me quita el miedo. Sí, confieso que tengo miedo a recorrer por la noche las salas de la Casa. Son muchas. Mucho más amplias que mi habitación. Hay muchas ventanas y fuera mucha oscuridad. No sé por qué tengo la sensación de que este año el jardín está más oscuro que la vez (o veces) que estuve aquí antes.
Estaba tumbado y tras ponerme un lubricante en la polla y empezar a acariciarme con la sana intención de que las caricias fueran generando fantasías eróticas, ha ocurrido algo extraordinario, extraordinario para mí, por supuesto, y es que lo que ha generado la fricción no han sido lubricidades sino un verso -y lo llamaba verso- el cual -de nuevo- me sonaba, era como si ya lo hubiera pensado, lo hubiera pensado yo, yo que no me recuerdo de poeta, ni me parece que tenga aspecto de poeta, ni creo haber leído una poesía en toda mi vida. El caso es que el verso tenía la fuerza de dejarme la polla morcillona. Así es que tuve que desistir. Me vestí con unos pantalones cortos, me calcé mis zapatillas deportivas blancas y me puse una camiseta también blanca.
He pasado miedo. Creo que voy a pasar miedo todos los días. Y eso no está pagado. No hay un plus de miedo. Tampoco sé cuánto me van a pagar.
Esta mañana al levantarme y tras pasar una noche inquieta y especialmente oscura, he intentado recordar el verso. Me ha sido imposible. Tan sólo volvían una vez y otra y siempre en el mismo orden las siguiente palabras: las grandes ciudades de occidente.