La llaga se hincha cuando la lluvia se acerca. No hay sueño suficiente, ni alarma que acune, ni lágrima extrema, ni salto cuántico, ¡cuando amaba conocer lo cuántico! ¡cuando buscaba incansablemente en lo pequeño! Nada hay en esta noche que me aquiete. Más bien es lo contrario. No puedo dejar de volver a la historia del cruel Mecencio, rey de los Thirrenos. ¿Por qué vuelvo a esa historia? ¿Por qué escribe sobre ella Virgilio? ¿Por qué el consuelo se convierte en fuente de discordia? Dejar este mundo tendrá por lo menos el alivio de abandonar las incógnitas porque intuyo que la nada como el todo son absolutos. Me gusta esta hora y el sabor del vino. Me gustan mis dedos sobre el teclado y el sonido de las teclas. Me gusta el sonido de las pisadas de los perros y la especie de hierbabuena que ha crecido en la maceta donde vive el arce. Hay en la existencia sensible. Hay. En esos lugares remotos del ser, donde no se enjuicia el gusto o el disgusto, ahí no puede acceder un hombre como Mecencio. Ya lo cuento. Dice así: Despreciador de los dioses. Tyrano cruelíssimo. Por lo qual los suyos se le rebelaron y él se ubo de pasar a Turno en el tiempo en que se traía guerra con Aeneas, el qual en un encuentro le mató juntamente con su hijo Lauso. Virgilio lib. 10. Entre otros géneros de crueldad que usaba era atar un hombre vivo con el cuerpo de otro muerto para que con el mal olor y tristes abraços, muriese encarcavinado -quiere decir encarcavinar henchir la cabeza de un mal olor pestilencial, qual lo suele haber en las carcavas [carcava es una hoya grande o zanja que suelen hacer las avenidas impetuosas de agua en la tierra, o la que se hace de propósito en el campo para echar los cuerpos muertos de los animales o los hombres. Puede ser palabra sincopada de Carne y Cava] fuera de los lugares, donde echan las inmundicias y los animales muertos como perros, asnos, rocines. Viene del latino Fretore, offundere, obturbare. Y encarcavinado se puede entender como el que está con pesadumbre en la cabeza por este mal olor-, es decir: muriese apesadumbrado.
[Escribe Virgilio:Tanto mal podría limpiar la lluvia. Tanta desazón en estos tiempos perversos desde su inicio hace ya 100 años. ¿Cómo han permitido que se vea tan claramente su perversidad? ¿Será cierto que la historia se repite y que estamos en un nuevo bienio negro que se alargará si nada lo remedia hasta cuatro? ¿Será cierto que esa ola de buenismo logrará al fin modelar nuestras mentes hacia el bien? ¿Qué es el bien? ¿Y no enmarca tanta corrección un manto de moral conservadora? ¿No estamos abrazados a un muerto que se pudre en nuestra boca y nos inocula sus miasmas? ¿Por qué dicen que el pesimismo es un pensamiento reaccionario? ¿Por qué no se puede ser pesimista sin tener como horizonte un pasado que fue mejor? ¿Ser pesimista, digo, con la vista en el presente? No con la vista de los periodistas. No con la mirada de los que opinan a todas horas en cualquier sitio. Pesimista al sentir el abrazo del muerto. Del muerto que nos mata con su muerte y del que no podremos separarnos si no es con un supremo acto de violencia.
Quid memorem infandas caedes quid facta tyranni/
Effera? Dü capiti ipsius genirique reservent/
Mortua quim etiam iungebat corpora vivis/
Componens manisbusque manus atque oribus ora/
Tormenti genus, et sanie tabeque fluentes/
Complexu in misero longa sic morte necabat.
Y traduce:
¿Para qué voy a recordar las nefandas matanzas,/
para qué mencionar las crueles hazañas del tirano?/
¡Que los dioses las reserven para él y su estirpe!/
Pues hasta unía los cuerpos de los muertos con los vivos/
juntando mano con mano y boca con boca -tal género de tormento-/
y así, con el flujo del pus y la sangre corrompida,/
en este triste abrazo, los mataba con una lenta muerte.
(VIII 483-488)]